La televisión pública (I)
Debo confesar que últimamente me hallo más crítica que literaria, por lo que ruego que me disculpéis por no subir ningún relato. Llevo días con un pensamiento que no para de rondarme, y estoy segura de que muchos de vosotros lo habréis apreciado en más de una ocasión: ¿Cuál es el grado de influencia de la política sobre la prensa?
Sin duda alguna, el grado es muy elevado. Tanto, que su simple ocultación se hace tan evidente como un secreto a voces. Todos lo conocen, pero nadie hace nada al respecto. ¿Y por qué? La respuesta es clara sabiendo quién tiene el poder para tomar cartas en el asunto.
Podemos hablar de justicia, de realidad, de resignación... pero por mucho que lo hagamos, no llegamos a ninguna parte. Televisión pública y privada, tanto una como otra se posicionan hacia un bando. En el caso de la televisión privada, es algo que todos tenemos asumido, pues es inevitable guste o no; pero en el caso de la televisión pública tocamos un punto mucho más delicado.
Lo primero de todo, al igual que en un ensayo, debemos proceder a definir la palabra público, para asegurar el entero conocimiento del término.
Dentro del contexto tratado, entendemos por público aquello opuesto a lo privado, es decir, para todos los ciudadanos o para gente en general, y aquello del Estado o de sus instituciones o que está controlado por ellos*. Así pues, asumimos que la televisión pública es gestionada por el Estado, pero ello no implica que deba beneficiarlo, sino que debe ser objetiva y neutral en sus difusiones, puesto que es algo que pagamos todos con nuestros impuestos. Y nosotros, como espectadores, merecemos conocer los hechos al detalle.
Esta conclusión tan clara y lógica parece no ser entendida por los altos cargos del gobierno (sean quienes sean según la ocasión). De este modo, nos encontramos que la televisión pública, aquella que mantenemos con nuestros pagos para que nos ofrezca una información veraz y equilibrada, no es más que un instrumento de información subliminal que busca favorecer al partido político del momento. Cada cambio producido dentro del gobierno repercute en la televisión pública (véase el ejemplo de las alteraciones en el Telediario tras cada elección)**, y no debería ser así, puesto que si se nos ofreciese una televisión neutra no deberían acometerse variaciones que pudieran declinar la balanza hacia el lado más beneficioso. ¿Beneficioso para quién?, deberíamos preguntarles. Desde luego, para la audiencia no.
Algunas instituciones como la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España), han denunciado este hecho repetidas veces, sin lograr cambios evidentes, pero ése es un tema que me gustaría tratar más adelante.
¿Qué pensáis vosotros de todo esto?
_________________________________
*Definiciones sacadas de la RAE