viernes, 3 de junio de 2011

I

El periodista no cree, es crítico. Cuestiona el texto, el discurso. Hace doble lectura, interpreta. El texto le ayuda a reafirmar su idea sobre los hechos.
Es indudable el hecho de que toda aquella información que proviene de una persona es, por fortuna o por desgracia, subjetiva. Esta información no tiene por qué no ser veraz, pero sí presenta mayores motivos por los que ser discutida e interpretada desde distintos ángulos. Es aquí donde reside el particular encanto del ser humano.
En los géneros informativos -que no de opinión-, cuyo principal modelo es la noticia, el buen periodista debe tratar de ser lo más transparente posible para ofrecer la información tal y como es, sin ninguna clase de alteración que pueda profanarla. Esta visión, sin embargo, debemos calificarla de utópica, puesto que, pese a ideal, es imposible; la información siempre se muestra sesgada, de un modo u otro, por mucho que nos pese.
Pongamos por ejemplo la visión de un niño, considerado por opinión popular el sujeto más inocente de la sociedad. Esta visión ya nace alterada en un campo de percepción personal que se encamina hacia uno u otro sentido según el resultado más conveniente. Teniendo en cuenta que este hecho evoluciona en decadencia a medida que avanzamos en edad, ¿cómo podemos esperar que realmente los medios ofrezcan una visión limpia, neutra e imparcial?
El uso de ciertos verbos, de adjetivos calificativos, la elección del objeto temático... son algunos de los factores que impiden la plena objetividad a la hora de transmitir un mensaje que, en este preciso caso, pretende ser noticioso y tener cierta repercusión en la sociedad.
La neutralidad y la imparcialidad pocas veces forman parte de los objetivos perseguidos por los periodistas.
Muchos medios venden la garantía de objetividad, cuando en realidad estafan a sus lectores, oyentes, o a su público, en general. A diario vemos cómo estos se posicionan acercándose cada vez más hacia aquellas ideologías que persiguen, sin tener en cuenta que muchos observadores ya se han cansado de este interminable tira y afloja que se llevan todos entre manos. Parecen haberse olvidado de aquellos férreos y nobles principios en los que se rige el buen periodismo, centrándose únicamente en su éxito personal y en sus frutos como líderes de opinión. Me apena, a decir verdad, que esto sea así, puesto que sólo aquellos que se mantengan al margen de esta corriente y se muestren firmes en la idea de profesionalidad lograrán el cambio necesario que nos aleje del eterno tedio- l'ennui, en pluma de Baudelaire-.





4 comentarios:

  1. ¿Estás pensando en alguien en concreto al escribir esto? Yo ya he abandonado la idea de encontrar un diario más o menos objetivo, porque a todos se les ve un poco el plumero. Por eso leo varios. Para intentar encontrar el máximo número de facetas de la realidad.

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  2. Cualquier periódico, a parte de ser un medio de difusión de ideas, es también una empresa y, como tal, procurará ofrecer lo que el mercado demande.
    Que no haya periódicos que informen con objetividad puede deberse a dos razones: una–la más deseable-, que existe una oportunidad de mercado: hay una demanda desatendida de lectores que no encuentran la transparencia que buscan, la cual necesita ser satisfecha. Dos, que no hay suficiente público con estas características.

    No me atrevo a pronunciarme por una u otra razón, pero sí a afirmar que son muchos los que prefieren "oír lo que les gusta oír" y bastantes los que sólo están dispuestos a "oír lo que quieren oír".

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  3. Marta, antes de que te veas inexorablemente contratada por un medio cualquiera de comunicación y respondas a sus estrategias pseudoperiodísticas, ¿por qué no buscas personas como tú y publicáis otras noticias?
    Hay tantas noticias más allá de las de siempre.
    Pero la utopía está siempre viva en ese enfado tuyo. Me declaro nada neutral ni imparcial con lo que escribes ni con cómo lo escribes.
    Me

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  4. Me alegro de tu convicción (faltaba eso).

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