La prensa rosa (I)
Periodismo versus porterismo*. A eso debemos enfrentarnos continuamente todos aquellos que tenemos el propósito de dedicarnos al mundo de la información de una manera seria y profesional. ¿Pero cuál es el punto que delimita una cosa y otra?
Cuando hablo de porterismo, hago referencia a todos aquellos pseudoperiodistas que, dejando a un lado los conocimientos necesarios de derecho que requiere la profesión, no tienen en cuenta la disponibilidad de pruebas sobre las que fomentar sus argumentos y opiniones acerca de los hechos a debatir, ni son capaces de ver cuál es la frontera que, un vez sobrepasada, puede traducirse en falta de respeto e invasión de la intimidad.
Respeto y conocimiento son los dos requisitos fundamentales a la hora de ejercer la labor de forma correcta y sin tacha. Respeto, hacia todos los sujetos que intervienen en el tema a tratar y hacia todos aquellos que pretenden debatir y opinar acerca de ello; conocimiento, sobre aquello que planteamos y exponemos sobre la mesa para poder hablar con propiedad y fundamento.
Sin una cosa u otra, no puede nunca haber buen periodismo. ¿Y qué tenemos a cambio? Supuestos debates que buscan el morbo y el escándalo gracias a su frivolidad y a la poca entereza intelectual que demuestran. Títeres sin clase alguna que se mueven por los hilos de la audiencia, con espectáculos protagonizados por personajillos que carecen de cultura y juegan a periodismo de investigación. Me tomo la libertad de lanzar un humilde comunicado: “Por mucho que digan, eso no es ni será nunca periodismo”. Dudo que tales personajes tengan título alguno; de tenerlo, me pregunto qué estuvieron haciendo durante los cuatro años de carrera. Desde luego, prestar atención en clase, no.
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* La palabra porterismo es una palabra inventada y, por tanto, no reconocida por la RAE. Con ella no pretendo insultar de modo alguno a todos aquellos profesionales que siguen dedicándose hoy día al cuidado de portales de edificios y a su vigilancia para seguridad de todos los que allí residen.