jueves, 30 de junio de 2011

IV

La prensa rosa (I)

Periodismo versus porterismo*. A eso debemos enfrentarnos continuamente todos aquellos que tenemos el propósito de dedicarnos al mundo de la información de una manera seria y profesional. ¿Pero cuál es el punto que delimita una cosa y otra?

Cuando hablo de porterismo, hago referencia a todos aquellos pseudoperiodistas que, dejando a un lado los conocimientos necesarios de derecho que requiere la profesión, no tienen en cuenta la disponibilidad de pruebas sobre las que fomentar sus argumentos y opiniones acerca de los hechos a debatir, ni son capaces de ver cuál es la frontera que, un vez sobrepasada, puede traducirse en falta de respeto e invasión de la intimidad.

Respeto y conocimiento son los dos requisitos fundamentales a la hora de ejercer la labor de forma correcta y sin tacha. Respeto, hacia todos los sujetos que intervienen en el tema a tratar y hacia todos aquellos que pretenden debatir y opinar acerca de ello; conocimiento, sobre aquello que planteamos y exponemos sobre la mesa para poder hablar con propiedad y fundamento.

Sin una cosa u otra, no puede nunca haber buen periodismo. ¿Y qué tenemos a cambio? Supuestos debates que buscan el morbo y el escándalo gracias a su frivolidad y a la poca entereza intelectual que demuestran. Títeres sin clase alguna que se mueven por los hilos de la audiencia, con espectáculos protagonizados por personajillos que carecen de cultura y juegan a periodismo de investigación. Me tomo la libertad de lanzar un humilde comunicado: “Por mucho que digan, eso no es ni será nunca periodismo”. Dudo que tales personajes tengan título alguno; de tenerlo, me pregunto qué estuvieron haciendo durante los cuatro años de carrera. Desde luego, prestar atención en clase, no.
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* La palabra porterismo es una palabra inventada y, por tanto, no reconocida por la RAE. Con ella no pretendo insultar de modo alguno a todos aquellos profesionales que siguen dedicándose hoy día al cuidado de portales de edificios y a su vigilancia para seguridad de todos los que allí residen.

7 comentarios:

  1. Hola, Marta.
    Soy nuevo.
    Me ha gustado tu indignación. Me ha gustado porque es un grito en el Gobi, por ejemplo. Mientras esos programas tengan seguidores, ¿qué quieres que hagan las cadenas?. ¿Seguir emitiéndolos o...? Seguir emitiéndolos.
    Apoyo y estoy en tu lucha quijotesca. Simplemente,ya no veo la tele.
    Leo blogs a veces. Duro, periodista, tú mantén tu ética y no te dejes malear.
    Vaya, qué largo otra vez.

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  2. Hola anónimo, he leído los comentarios que has dejado en varias entradas, y debo decir que he apreciado mucho cada una de tus palabras. Me has dicho lo que te ha gustado, lo que no, e incluso has hecho más de una crítica constructiva en alguno de mis argumentos. Créeme, por aquí no abundan lectores como tú. Y aunque quizás en alguna crítica no esté de acuerdo (no porque no la acepte, sino porque simplemente no pienso igual), me ha encantado que me aportes tu sincera opinión sobre todo aquello que te ha llamado la atención. Creo que ambos podríamos sumergirnos en grandes debates.
    Saludos, espero volver a leerte.

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  3. Muchas gracias , Marta, por tus inesperadas palabras. Sí, inesperadas por agradables, porque las críticas no suelen ser bien recibidas (ni las que pretenden aportar y no destruir), y menos aún si proceden de un anónimo. "¿Quién se habrá creído que es este tipejo". Así que me temo que volverás a leerme. Gracias, de nuevo.

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  4. Creo que un término es por defecto, degeneración del otro.
    Acá le decimos ¨amarillismo¨.
    Por selección natural, el público serio los pone aparte, pero aún así, hay proliferación.

    Es muy bueno el artículo.

    Un abrazo inmenso

    SIL

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  6. Por desgracia el periodismo hoy está sujeto como muchas otras cosas a la oferta y la demanda del mercado. La libertad e imparcialidad informativa brilla por su ausencia, poco dura el periodista que no se acoge algún tipo de ideología o interés. Lamentablemente es así, para cambiar esos esquemas pienso que habríamos de hacerlo desde la educación, la ética es fundamental ya no solo a la hora de informar, también a la de consumir esa información.
    El público está sujeto a presunciones en la mayoría de los casos, nada es totalmente demostrable, aunque si posiblemente manipulable. Los rankings de audiencia mandan sobre la objetividad y la veracidad.
    Los personajillos que actúan como informadores en televisiones y demás medios de comunicación solo se limitan a buscar carnaza con la que alimentar horas y horas a unos espectadores que demandan como en el circo romano que se destroce al famoso de turno.
    Da igual si les están contando que una persona sufre o no, solo cuenta la mugre que pueda existir detrás de su desgracia o la que sea posible de inventarse.
    Para mí no es prensa rosa, es simplemente acoso y derribo de los derechos fundamentales del individuo, como es por ejemplo el derecho a la intimidad. En una sociedad de derecho como es esta en la que vivimos debería existir algún tipo de protección ante este tipo de informaciones e informantes, porque son muchas las veces que se roza la injuria.
    Otra cosa que me espeluzna es que a cargo de esa información estén personas sin profesionalidad ni conocimiento alguno, como bien decías Marta.
    Si vamos a un dentista, exigimos que tenga un titulo, una carrera detrás que lo avale, si contratamos a un abogado o cualquier otro tipo de servicio exigimos un mínimo de garantías, que sepan al menos que hacen en cada momento y que se responsabilicen de sus actos.
    ¿Por qué pedimos menos en la información? ¿Por qué permitimos la estafa continua y la manipulación?
    Creo que debíamos al menos preguntárnoslo antes de sentarnos a presenciar esa clase de programas, que por muy divertidos que parezcan están engañando al espectador, vendiéndole a esta sociedad algo verdaderamente vano, que no necesita.

    Me ha parecido muy interesante tu punto de vista Marta.
    Un beso.

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  7. Hola, Marta:
    Tratas una cuestión delicada, la naturaleza del periodismo, que no parece ser de capital importancia en este país sin tradición democrática y, por tanto, sin exigencia en la calidad de la información que llega a la ciudadanía.
    No creo, con todo, que esta falta de tradición democrática sea el único gran problema del periodismo. Me parece más determinante que los grandes grupos de comunicación sean, todos ellos y de manera primordial, grandes empresas con los intereses que a éstas les son propios, siendo el principal de ellos el beneficio. Otra cuestión es la clara vinculación de intereses de esas empresas con partidos políticos, no atreviéndome a hablar de afinidad ideológica, que dificultan esa capacidad crítica que razonablemente describes.
    Una consecuencia de esta lógica del beneficio y la restricción de gasto, es la precarización del empleo entre los periodistas, sobre todo los más jóvenes, que se ven obligados a realizar supuestos "reportajes" a medio camino entre la gincana y la novatada. Por otro lado, a nadie se le oculta que alguien en una situación de precariedad laboral, va a prestar menos atención a la formación y al reciclaje
    tan necesarios para el desempeño de un periodismo de calidad.
    Saludos cordiales desde BCN.

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