domingo, 28 de agosto de 2011

VII


No puedo negar que me gustaba imaginar cómo serían todos aquellos hombres rendidos ante el inevitable juego de seducción que se procesaba en el burdel de Madame Morgana. Suponía algo tan fascinante para mí que al poco tiempo se convirtió en uno de mis pasatiempos predilectos. Me resguardaba allí, copa en mano y mirada al frente, contemplando de vez en cuando el ir y venir que se producía. Era un ritual que se repetía noche tras noche, sin interrupciones ni esperas absurdas. Seguía un curso inapreciable a simple vista, y yo me lo bebía a sorbos, lentamente y con cierta lascivia fingida. No podía, claro está, evitar las miradas incrédulas e inquisitivas de todos esos visitantes que se preguntaban el motivo de encontrar allí a una mujer joven frecuentando un local de semejante calibre. Yo me reía y bajaba la mirada, apuraba el último trago y pedía otra copa. Me desabrochaba un botón de la camisa, me quitaba los pendientes. Lanzaba un suspiro atormentado. Madame Morgana sonreía con los labios, yo adivinaba preocupación en sus ojos. No puedo negar que me gustaba imaginar cómo serían todos aquellos hombres, pero de algo estoy segura: ellos sentían mayor placer imaginando cómo sería yo ante el juego de seducción que allí se procesaba.

2 comentarios:

  1. Un relato lleno de sensaciones y seductoras palabras.
    Con imágenes bien compuestas del lugar y la protagonista. Muy bien escrito.

    Cariños!

    =) HUMO

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  2. Marta, es inmenso este relato.

    Devela la histeria femenina que tanta letra le dio a Freud y tanta tela nos hace cortar hasta hoy.

    Sin dudas, el mayor placer termina cuando se logra lo que uno quiere.

    Me encantó.

    Beso grande


    SIL

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